dormir en un andesmar

Lucía
1 min readOct 12, 2021

--

En el colectivo estoy incómoda, el asiento apenas se reclina y llevo arriba una mochila pesada. Pero aún así puedo dormir. La única ventaja de la resaca es el posterior sueño profundo. Me duermo como si estuviera en una cama de dos plazas, cruzada y abrazando una almohada. No siento en verdad lo comprimida que estoy por el poco espacio. En la profundidad del sueño aparecés vos, claro. Voy en la parte trasera de un auto. El ambiente es distendido, creo que estamos pasando un buen momento. No sé quién maneja ni quién va en el asiento del acompañante. Por alguna razón sé que el auto es viejo, algo como un Renault 12. El sueño se pone en blanco y negro y tu cara tiene un filtro que deforma y agranda tus rasgos como una caricatura perturbadora. No me gusta, no quiero estar ahí. El auto sube la velocidad. Cuántas veces viajé sólo para verte la cara. Ya no tienen sentido los kilómetros de ruta que pueda atravesar. Me angustio y te reís, te acercás y tus ojos ovalados y saltones se acercan con vos. Estoy llorando y empiezo a gritar. No estoy acostumbrada a este tipo de pesadillas, siempre tienen que ver con perder algo, llegar tarde, arañas, como mucho algún duende oscuro o una criatura deforme. El colectivo va en silencio, todos duermen. Sólo se escucha la ruta descuidada debajo de todos nosotros. Corroboro la situación: a mi lado sigue la misma mujer con acento mendocino, me duelen las piernas, tengo frío, vos no estás.

--

--